La proliferación de tecnologías que generan campos electromagnéticos dentro o cerca de nuestras viviendas hace necesario mantener una vigilancia sanitaria respecto a sus efectos en nuestra salud. Esta es una de las conclusiones del debate "¿Cómo nos afectan los campos electromagnéticos en la vivienda y en la salud?" Celebrado en la sede del Col·legi d’Aparelladors de Barcelona (CAATEEB) con la participación de M. Carmen Ruiz Martín, especialista en medicina familiar y comunitaria; José Daniel Alcalde, aparejador especialista en trabajos sobre lipoatrofia, y Alejandro Sánchez Venereo, ingeniero industrial graduado en el Instituto Politécnico de Kíev (Ucrania), moderados por el periodista especialista en tecnología Albert Cuesta.
Los participantes en el debate coincidieron en considerar que nuestra sociedad vive una situación similar a la que se encontraba cuando se generalizó el uso de pesticidas en la agricultura sin saber a ciencia cierta cuales podrían ser sus efectos a medio y largo plazo. Esta vigilancia sería especialmente necesaria en un momento en qué hay un crecimiento sustancial de los edificios inteligentes y de las smart cities.
Incremento de la exposición a los campos electromagnéticos
Los campos electromagnéticos están formados por dos ondas que van en paralelo, una eléctrica y una magnética, y pueden ser de baja frecuencia –producidas por aparatos de radio, enchufes u ordenadores- o de alta frecuencia, generadas por las torres de alta tensión o las antenas de repetición de la telefonía móvil.
La doctora M. Carmen Ruiz Martín advirtió sobre el incremento de la exposición a los campos electromagnéticos, “hemos pasado, en relativamente poco tiempo, de tener una radio y una lámpara en nuestra mesilla de noche, a tener un móvil, la televisión, una Tablet y otros dispositivos que generan estos campos. El problema es que no sabemos cómo puede influir este exceso en las generaciones futuras, pues el mercado avanza más rápido que los estudios a nivel de salud y del conocimiento de los efectos que pueden causar en nuestro organismo. Lo que sí sabemos es que hay construcciones enfermas, donde la gente que vive presenta síntomas como picor de ojos o de nariz, dolor de cabeza… Cuando más del 30% de las personas que viven o trabajan en ellos presentan síntomas, hablamos de edificios enfermos”.
En este sentido, el aparejador José Daniel Alcalde incidió en el hecho de que los campos electromagnéticos no se ven y “sólo se detectan los problemas cuando se manifiestan enfermedades en las personas que los ocupan, como es el caso de la lipoatrofias muscular”, una pérdida de grasa bajo el tejido, provocada por microdescargas electroestáticas originados por los pavimentos utilizados y las emisiones electromagnéticas de los aparatos que usamos.
Rehabilitación del edificio
La solución pasa por la rehabilitación del edificio. Alcaide destacó que “esto ha llevado a que a la hora de reformar edificios de oficinas, se hagan auditorías sobre cómo se debe construir a fin de que no afecte a las personas y para hacerlo se acostumbra a seguir las regulaciones de la OMS, que suelen ser mucho más restrictivas que la normativa existente”.
Según el ingeniero industrial Alejandro Sánchez Venereo, a los efectos existentes sobre la salud por el uso de las tecnologías producidas por el hombre, hay que añadir las producidas por el propio planeta a causa de los campos magnéticos naturales.
Respecto a esta cuestión, José Daniel Alcaide se refirió a la práctica imposibilidad de elegir el terreno donde se edifica, ya que “no lo elegimos, viene dado por el planeamiento urbanístico. Lo que poder hacerse es un estudio del entorno donde quedemos edificar para poder construir adaptándonos a ese ámbito concreto y disponer las instalaciones de una forma correcta. Por ejemplo, no poner los enchufes cerca de donde estamos durmiendo. Y no sólo en casa. También en las oficinas y en los lugares de trabajo”.
Esta distribución de las fuentes de emisión dependerá en gran parte de la distancia a la que se sitúen las fuentes que generan las ondas electromagnéticas. Así, en el momento en que algunos estudios comenzaron a sugerir la relación existente entre las líneas de alta tensión y el riesgo de leucemia, países como Francia comenzaron a apantallar sus cables. Además, como los campos magnéticos no se pueden aislar, también se estableció una distancia de seguridad respecto a cualquier vivienda de un metro por cada 100 Voltios. Esto supone que las líneas de alta tensión deberían estar a un quilómetro de los humanos y las de repetición de telefonía móvil entre 500 y 1000 metros.
El ciclo Diálogos Construcción que organiza el CAATEEB continuará el próximo 9 de marzo, a las 18:00 horas con una sesión titulada "El amianto, un problema de salud. ¿Cómo lo podemos eliminar de los edificios?".
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