Este balance no pretende anticipar tendencias, sino identificar qué ha pasado de verdad: qué se instauró, qué se agotó y qué aprendizajes dejan estos primeros años del siglo.
A las puertas de 2026, con la sostenibilidad ya convertida en norma y la irrupción de la inteligencia artificial en el diseño y la obra, DMASC ARQUITECTOS mira atrás para entender por qué diseñamos como diseñamos… y qué queda definitivamente lejos.
1. Del “edificio icono” al edificio responsable
A comienzos de los 2000, el star-system —museos hito, grandes gestos formales, pieles espectaculares— marcó la agenda. Tras la crisis de 2008, ese modelo se frenó: bajó la inversión pública, subió la exigencia técnica y el edificio icono dejó de ser norma. Hoy prima la obra justificable, eficiente y bien integrada en su contexto.
2. La sostenibilidad dejó de ser discurso y pasó a ser normativa
Durante años fue un valor aspiracional; en la última década se convirtió en obligación. Directivas europeas, certificados energéticos, edificios de consumo casi nulo… La sostenibilidad dejó de ser “estética verde” para transformarse en parámetros medibles que condicionan proyecto, presupuesto y materiales.
3. El BIM cambió la forma de proyectar (y de coordinar)
Del CAD se pasó al BIM y a los modelos de información compartida. El proyecto dejó de ser solo un plano para convertirse en una base de datos: cálculo, instalaciones, mediciones, mantenimiento. La arquitectura se hizo más colaborativa y más transparente, pero también más exigente con los equipos que no dominan estas herramientas.
4. La irrupción de la inteligencia artificial
Primero llegó tímidamente en forma de automatización de tareas: análisis de datos, optimización de estructuras, simulaciones energéticas. Después, como soporte de diseño y visualización: generación de variantes volumétricas, estudios de soleamiento, imágenes casi fotográficas en minutos. La IA no sustituye al arquitecto, pero está cambiando cómo se estudian opciones, cómo se toman decisiones y cómo se comunican los proyectos. Y abre un debate de fondo: dónde termina la herramienta y dónde empieza el criterio.
5. El usuario volvió al centro por necesidad, no por romanticismo
La pandemia solo aceleró algo que ya se veía venir: viviendas más habitables, con mejor luz, mejores aislamientos, espacios flexibles y ventilación real. La ergonomía diaria ganó peso frente a la espectacularidad formal. Se impuso la arquitectura que se vive y se usa, no solo la que se fotografía.
6. Materiales nobles frente a materiales “milagro”
En los 2000 hubo entusiasmo por paneles milagrosos y soluciones ultraligeras. Con el tiempo se evidenciaron problemas de envejecimiento y mantenimiento. Se revalorizó lo contrastado: piedra, madera, cerámica, morteros de cal… no por nostalgia, sino por comportamiento físico, tacto y durabilidad.
7. La rehabilitación dejó de ser la hermana pobre
Durante décadas, “hacer obra nueva” era el ideal. Hoy la gran transformación europea pasa por rehabilitar: mejorar envolventes, reforzar estructuras, reducir demanda energética, actualizar viviendas existentes. El crecimiento ya no está en expandir ciudad, sino en poner al día lo que ya tenemos.
8. Fin del renderismo ingenuo
La década de 2010 fue la del render seductor como argumento principal. El mercado, más escéptico, exige ahora coherencia: que lo construido se parezca a lo prometido y que las decisiones se puedan explicar con datos. Las imágenes siguen importando, pero ya no sostienen un proyecto sin respaldo técnico y económico.
9. La casa contemporánea se volvió más rural… y más exterior
Aumentó el interés por viviendas en entornos naturales, con relación directa al paisaje, cubiertas inclinadas, porches, sombras, vida exterior. No es solo estética “casa de campo”: responde a la búsqueda de espacio, de aire y de costes energéticos razonables.
10. La arquitectura europea se volvió más sensata
Sigue habiendo experimentación, pero se moderó el gesto gratuito. Más continuidad, más detalle constructivo, más rigor. España, en particular, ha consolidado una arquitectura sobria, técnica y muy bien resuelta, que se reconoce y premia fuera de nuestras fronteras.
11. El cliente pide menos fuegos artificiales y más certezas
Hoy se valora la obra que empieza y termina en plazo, con presupuestos controlados, consumos previsibles y materiales que se sabe cómo van a envejecer. La arquitectura se ha profesionalizado en dirección de obra, certificaciones y gestión, y eso ha cambiado qué proyectos se aprueban y cuáles no.